Durante la Primera Guerra Mundial, el potencial de los sellos fue descubierto como medio de propaganda.

Inicialmente, con operaciones reales de espionaje, la falsificación de sellos extranjeros y su difusión en territorio enemigo con fines propagandísticos, mientras que con el advenimiento del totalitarismo los sellos se utilizaron principalmente en el frente interno para fortalecer el consentimiento de las diversas dictaduras.

Así nació la serie de Italia fascista (por el décimo aniversario de la Marcha en Roma y la conmemorativa del Imperio), seguida por la Alemania nazi (effigie del Führer) y otras dictaduras en suelo europeo.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la propaganda sobre los sellos se convirtió en propaganda de guerra, y se multiplicaron las emisiones de "tema", que contenían la eulogía de la guerra o la condena del enemigo (series "Dos pueblos, una guerra" del Reino de Italia y sellos de la RSI, de la serie "Movimientos Destruidos", con la palabra "discurso de rabia de hostio").

Con la guerra fría, los sellos propagandísticos reaparecieron para exaltar los regímenes más diversos, especialmente los Estados del Pacto de Varsovia, y luego se extendieron a todos los casos de adoración a la personalidad (Ceaușescu y Kim Il Sung).

En términos más moderados, el sello ha desempeñado un cierto papel celebratorio desde su origen, ya que para todo el siglo XIX la representación de gobernantes o alegorías de naciones constituía la razón absolutamente dominante.